Aprender a vivir

La vida es un libro abierto, sólo hay que aprender a leer y escribir.

Volví de vacaciones. Llevé a las chicas a Merlo a las cabañas de un amigo de “toda la vida”. Esa vida que empezó cuando renuncié a mi puesto de asesora de gabinete del vocero en la casa rosada y me fui a trabajar como secretaria de un director comercial “jodido” a una AFJP. El mismo director que estaba también buscandose y ayudando a otros a encontrarse trayendo coaches a entrenar a la fuerza comercial. El mismo que estaba certificando como coach y cuando yo dije “quiero ser coach” me frenó en medio de una reunión de gerentes y me dijo “no digas quiero, decí Voy a ser coach”. Y lo dije, fuerte y claro.

Y es que las palabras importan. Cada gesto y cada persona importa. Lo curioso es que su importancia depende de la atención que cada uno le presta. Hay gente que va atenta y hay gente que va dormida.

Mejor dicho, mayormente atenta o mayormente dormida, que al final todo es bien dinámico. Dinámico y complejo, así es este “vive tu propia aventura” lleno de decisiones. Es que al final eso es lo único que podemos hacer: aprender a tomar mejores decisiones en contextos dinámicos y complejos. Aprender a surfear.

En febrero del 2018 fui un fin de semana a mar del plata con un grupo de compañeros del trabajo y algunos tomamos una clase de surf. El profesor nos estaba enseñando en tierra cómo pararnos en la tabla en el momento preciso y alguien le preguntó cuál era ese momento.

— La ola te dice cuándo — contestó, y esa se convirtió en mi frase de cabecera.

Claro que te lo dice, pero tenés que aprender a escuchar, no ya con el oído sino con el cuerpo. Tenés que aprender a conectarte con todo lo que está pasando en ese momento. Aprender a estar presente con cuerpo y alma. Estar.

Ni en el pasado ni en el futuro. Puro presente. Ahí está la vida. Ahí está la ola.

Y se aprende a surfear surfeando. Se aprende a vivir viviendo.

Salú